UN ÁNGEL QUE SE VISTIÓ DE DOULA
El parto de Thiago fue más un proceso espiritual que físico.
El recuerdo de los dos fracasos anteriores de las dos cesáreas, se había convertido en una pesadilla desde el día uno de mi embarazo.
La sensación de que esos pensamientos negativos iban a ser nuevamente más fuertes que yo, muchas veces opacó la alegría de la llegada de Thiago y vamos a ser sinceros, el cuadro no se veía demasiado alentador.
Hasta el tercer mes de embarazo no había ni un solo médico que aceptara mi seguro y estuviera dispuesto tan sólo a intentar un VBAC; cuando por fin lo encontré, nos dimos cuenta que era placenta previa.
Cuando la placenta mudó, hubo la necesidad de encontrar los récords anteriores que se habían dañado en el huracán María.
Creo que por primera vez en mi vida me sentí completamente vulnerable; todos a mi alrededor sabían que quería con todo mi corazón un parto vaginal y aunque me decían «esta vez lo vas a lograr», sus ojos sólo gritaban «va a ser una nueva vergüenza, eso que quieres no es posible».
Pero y «¿dónde está la fe?» Me preguntaba constantemente, «¿no vives y predicas pues a un Dios de milagros?»
Aunque inmediatamente venía a mi mente «en los otros embarazos también le servía al mismo Dios, y al fin de cuentas no tuve el parto como lo quería, a lo mejor este es el aguijón del que hablaba Pablo y la voluntad de Dios para mí no es dar a luz; después de todo también tengo que aprender a recibir con humildad los NO de Dios».
La lucha de pensamientos me estaba volviendo loca, mi esposo no entendía por qué el empeño en una causa que aparentemente no representaba una diferencia, a mi mamá sólo le importaba que Thiago y yo estuviéramos bien, mis amigas lo veían como un capricho, pues muchas de ellas han tenido a sus hijos por cesárea y no le veían ninguna diferencia…
Pero para mí significaba mucho más que eso: necesitaba eliminar de mi mente la voz de fracaso, necesitaba saber que físicamente iba a estar bien para atender a mis otros tres hijos, pero sobretodo, necesitaba darle un impulso a mi fe.
En medio de una crisis de duda, cuando la única salida aparente era la bendita cesárea, le pedí a Dios que me hablara, que me dijera si el parto vaginal iba a ser posible o no, y me contestó con esta Palabra:
««Tú, mujer estéril que nunca has dado a luz, ¡grita de alegría! Tú, que nunca tuviste dolores de parto, ¡prorrumpe en canciones y grita con júbilo! Porque más hijos que la casada tendrá la desamparada —dice el Señor —.”
Ahí por primera vez, tuve convicción de que esta vez sería diferente, que sólo tenía que ejercitar mi paciencia (cosa que no pasó en los partos anteriores) y agudizar mis oídos y mis ojos para ver el milagro que iba a suceder.
Lo que menos me esperaba, era que Dios se había hecho de dos aliadas para
manifestarse en mi vida, un ángel que se vistió de doula y otro de médica, llamados Lina Ortega y Dra. Rosana Rodríguez respectivamente.
Muchas veces en el proceso pensaba que no valía la pena seguir creyendo por un VBAC y un mensaje de Lina me devolvía la esperanza.
«Para que te empeñas tanto en un parto vaginal, hazte una cesárea y ya» me decían, pero ella como una embajadora de mi deseo me defendía y me devolvía el ímpetu. Mi Doula era esa persona que no permitió que las voces negativas, en su mayoría las que me gritaban dentro de mi propia cabeza, robaran el sueño de un parto en amor; estoy segura que sin su seguimiento, Thiago hubiera sido otra vez una cesárea.
Por otro lado, estaba la Dra. Rosana. A veces llegaba insegura a la cita de seguimiento y de sólo verle la sonrisa con la que me atendía, me devolvía la esperanza. Dudaba si verdaderamente íbamos a intentar el VBAC o si nuevamente era un «engaño» de un médico, pero cuando la escuchaba hablarme de los riesgos, las ventajas, los procedimientos, etc. con tanta honestidad, sabía que estaba en buenas manos.
El día del parto fue muy evidente que la primera doctora que me atendió (una doctora de turno en sala de emergencias) estaba lista para ponerme en lista de espera para la cesárea, pero nuevamente estos dos ángeles se armaron para defender lo que era mi deseo; cada una desde su punto de influencia.
En un trabajo en equipo entre mi doula, mi mamá y mi esposo… me dieron medidas de confort, me animaron y me acompañaron durante 22 horas en el hospital hasta que estuviera en diez de dilatación; después me impulsaron para esperar otras 5 horas y así pudiera empezar a pujar.
Cuando llegó el momento del parto, la vi pararse al lado de la cama, animarme y hacerme barra en cada pujo, estuvo atenta a cada procedimiento para que respetaran mi deseo (retraso del corte del cordón, que no me hicieran episiotomía, que no le dieran glucosa ni leche de fórmula a mi bebé, entre otros) y cuando finalmente nació, se unió en celebración con nosotros; cómo dice el boricua, «se remangó las mangas y metió mano»…
este parto también fue suyo y voy a estar eternamente agradecida.
En total, Lina me acompañó 27 horas en el hospital y estuvo conmigo día a día 40 semanas de embarazo, apoyándome y educándome.
Dios la usó como instrumento de sanidad para mi vida, El hizo una obra demasiado hermosa y ella fue una de Sus aliadas.
¡Gracias Dios por ese ángel vestido de doula!
Manuela Montañez
Comencé a tomar las clases de parto cuando tenía 3 meses de embarazo.
Fue una experiencia enriquecedora; además de aprender cómo funciona el cuerpo, la mente y los sentimientos de una mujer durante el embarazo, el parto y el post-parto, aprendí lo importante y lo necesario que es tener el apoyo de la familia en el tan esperado momento.
Para mí fue importante obtener toda la información necesaria y así poner en práctica todo lo aprendido durante las clases de parto y en el nacimiento de mi bebé.
Las clases proporcionan oportunidades de bienestar, tanto para el cuerpo de la futura madre como para el bebé.
Gracias a las clases de parto que tomé, pude tener y disfrutar la experiencia de tener a mi bebé por parto natural (vaginal).
Hoy día Sofía Teresa va a cumplir 3 años de edad y es una bebé que disfruta de buena salud.
Dimaris Chévere Ayala
La experiencia que viví durante mi embarazo fue muy intensa: viví separación, mudanzas, problemas financieros entre otros, a tal punto que estaba sumamente decaída, agotada y nerviosa.
Fue en ese momento en que por medio de una amiga, me contacto una mujer maravillosa que Dios puso allí para guiarme y apoyarme desde la distancia, ella es Lina de Vientre Seguro.
En el momento más importante de mi vida, el día de mi parto, ella me dijo paso a paso todo lo q tenía que hacer; trabajamos juntas en el gran acontecimiento y gracias a Dios, a los doctores y a Lina fue un parto exitoso.
Luego, ya para cuando tenía un mes de haber dado a luz, me vino una hemorragia muy fuerte y no le di importancia; pensé que era algo normal en esos meses y por cosas de Dios, Lina me llamó; le comenté lo sucedido y me dijo que inmediatamente me fuera para el hospital, que eso no era normal. Efectivamente tenía rastros de placenta dentro de mi.
Gracias a Dios no paso a mayores y todo salió bien y le agradezco a Dios el presentarme personas que de una u otra manera se convierten en tu mentora de vida justo en esos momentos tan cruciales.
Gleybert Tesman (USA)